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«Uno de los principales cambios biològicos producidos por la felicidad consiste en el aumento en la actividad de un centro cerebral que se encarga de inhibir los sentimientos negativos y de aquietar los estados que generan preocupaciòn, al mismo tiempo que aumenta el caudal de energìa disponible. En este caso no hay un cambio fisiològico especial salvo, quizàs, una sensaciòn de tranquilidad que hace que el cuerpo se recupere màs ràpidamente de la excitaciòn biològica provocada por las emociones perturbadoras. Esta condiciòn proporciona al cuerpo un reposo, un entusiasmo y una disponibilidad para afrontar cualquier tarea que se estè llevando a cabo y fomentar tambièn, de este modo, la consecuciòn de una amplia variedad de objetivos.

El amor, los sentimientos de ternura y la satisfacciòn sexual activan el sistema nervioso parasimpático (el opuesto fisiològico de la respuesta de <<lucha – o – huida>>) propia del miedo y de la ira).

La pauta de la reacciòn parasimpàtica – ligada a la <<respuesta de relajación>> – engloba un amplio conjunto de reacciones que implican a todo el cuerpo y que dan lugar a un estado de calma y satisfacciòn que favorece la convivencia.

La principal funciòn de la tristeza consiste en ayudarnos a asimilar una pèrdida irreparable (como la muerte de un ser querido o un gran desengaño). La tristeza provoca la disminuciòn de la energìa y del entusiasmo por las actividades vitales –  especialmente las diversiones y los placeres – y, cuanto màs se profundiza y se acerca a la depresiòn, màs se enlentece el metabolismo corporal. Este encierro introspectivo nos brinda asì la oportunidad de llorar una pèrdida o una esperanza frustada, sopesar sus consecuencias y planificar, cuando la energìa retorna, un nuevo comienzo. Esta disminuciòn de la energìa debe haber mantenido tristes y apesadumbrados a los primitivos seres humanos en las proximidades de su habitat, donde màs seguros se encontraban.

Estas predisposiciones biològicas a la acciòn son modeladas posteriormente por nuestras experiencias vitales y por el medio cultural en que nos ha tocado vivir. La pèrdida de un ser querido, por ejemplo, provoca universalmente tristeza y aflicciòn, pero la forma en que expresamos esa aflicciòn- el tipo de emociones que expresamos o que guardamos en la intimidad – es moldeada por nuestra cultura, como tambièn lo es, por ejemplo, el tipo concreto de personas que entran en la categorìa de <<seres queridos>> y que, por tanto, deben ser llorados.»

Inteligencia Emocional
Daniel Goleman