Archivo de abril, 2016

Alguien ha dicho que la aceptación personal incondicionada de sí mismo es la «la primera ley del crecimiento personal». La primera cosa que poseemos es nuestro propio ser. El primer valor con que nos encontramos en la vida somos nosotros mismos. Es inútil querer realizarnos sin querer reconocer lo que de verdad somos.

Aceptar la propia «verdad interior» significa aceptarnos sin deformar lo que realmente somos. Es inútil que intentes realizarte como futbolista si tienes los pies torcidos. Inútil que pretendas ser como un chico cuando Dios teha hecho mujer…

Aceptar «nuestra verdad interior» significa también aceptar ese fondo de inautenticidad que todos llevamos dentro. Esos impulsos inconfesables que nunca tuvieron que ser, pero que sin embargo han sido. Si no aceptamos nuestros errores, nunca nos libraremos de ellos.

Nuestros errores nunca nos perdonarán mientras no sepamos aceptarlos. Somos lo que somos ante nosotros mismos y no lo que aparentamos ante los demás

Es en el propio hogar donde se inicia la aceptación de uno mismo y son los padres quienes deben estar atentos a considerar, alabar y reconocer encada uno de sus hijos las cualidades, aptitudes y destrezas que se manifiestan de una manera más destacada. Que cada persona se sienta importante, reconocida y alabada por algo es fundamental para lograr ese nivel mínimo de autoestima durante los años de la infancia y de la adolescencia. Padres. profesores, educadores y monitores que tienen a su cargo niños desde la más tierna infancia hasta bien entrada la adolescencia no deben escatimar los refuerzos positivos tras cada esfuerzo y acción meritoria para sentarlas bases de la confianza en sí mismo y de la autoaceptación madura del adulto, sea cual fuere la realidad que le haya tocado vivir.

Las descalificaciones constantes, las burlas y los sarcasmos, el dejar públicamente en ridículo a un niño ante sus hermanos o ante sus compañeros declase jamás favorecerán la autoaceptación y el desarrollo de una personalidad equilibrada y madura.Por el contrario, se irán minando poco a poco los frágiles cimientos de la autoestima, aparecerán los sentimientos de incompetencia, la infravaloración y el obsesivo deseo de aprobación por parte de los demás. Elqué dirán, lo que puedan pensar de mí asfixiarán cualquier brote de libertad en el obrar y expresarse y manifestarse libre y autónomamente con actitud crítica.

Las personas que recibieron de sus padres y educadores una dosis suficiente de confianza y seguridad en sus propios valores y aptitudes, acceden pronto a la madurez psíquica y a la autoaceptación que les permite considerar irrelevantes la aprobación o desaprobacion de los demás. Conocen su propia realidad, sus capacidades y sus limitaciones, y lo que verdaderamente les preocupa es el juicio que merezcan para sí mismos, la aceptación de la propia realidad

Permiten al hombre ser persona, decidir sobre sí mismo. Estos tres núcleos valorativos que se nutren, activan y proyectan desde el que personalmente considero valor de los valores: la aceptación de si mismo. Amarse a sí mismo es la decisión mas importante que debe tomar todo ser humano a cada instante, en todas las etapas de su vida, tanto en la infancia como en la ancianidad. El problema radica en que aceptarse y amarse a sí mismo exige aprendizaje, nos lo han de enseñar desde la cuna y debemos seguir aprendiéndolo a lo largo de toda nuestra existencia.

La aceptación de si mismo está en constante interacción y retroalimentación por vasos comunicantes con la libertad, creatividad y actitudes dialogantes.

Por la libertad accedemos a las experienciaspersonales que nos proporcionan autonomía y confianza en las propias capacidades, diseñando y provocando nuestro quehacer vital, libre de los dominios ajenos. Aprendemos de nuestra propia experiencia personal.

Mediante la creatividad proyectamos nuestra propia existencia como un quehacer irrepetible, repleto de sugerencias, posibilidades, inquietudes y esperanzas, libre de estereotipos, servilismos y esquemas acomodaticios y despersonalizantes.

Por las actitudes dialogantes vamos madurando la capacidad de vivir nuestra vida como búsqueda constante de encuentros humanos enriquecedores. El entendimiento y comprensión de los demás y el ser capaces de ver las cosas desde su punto de vista nos conduce a la perfección madurativa humana; la entrega a los demás, el amor y la aceptación del otro, que sólo es posible cuando uno se acepta y se quiere a sí mismo