Archivo de agosto, 2013

Muchos tenemos el hábito de actuar apresuradamente sin detenernos a evaluar si las labores y actividades en las cuales estamos invirtiendo nuestro tiempo nos conducen hacia donde queremos llegar o si, por el contrario, están limitando nuestra productividad y alejándonos de nuestras metas. Escalamos aceleradamente los peldaños de una escalera que creemos nos conducirá a la cumbre del éxito, sólo para descubrir más tarde que ésta nos condujo a la cima equivocada.

Toma la decisión que de ahora en adelante sólo permitirás que sean los resultados que persigues los que guíen tus acciones. Una vez que tengas absoluta claridad sobre lo que deseas alcanzar, no desistas hasta haber logrado tu propósito. Para triunfar en el juego de la vida no es suficiente participar en él; tienes que estar realmente comprometido con tu misión, tus metas y decisiones. La vida sólo proporciona grandes recompensas a cambio de grandes compromisos. Paga recompensas promedio por compromisos promedio recompensas más bajas, fracasos y frustraciones por desempeños mediocres. ¡Es tu decisión!

De: El Favor X . Dr Camilo Cruz

El verdadero valor de la acción enfocada se encuentra en el largo plazo, más que en lo inmediato. El gran problema con la mayoría de los enfoques tradicionales para administrar el tiempo es que están orientados por una visión a corto plazo. Estos enfoques generan hábitos de comportamiento que prestan más atención a las actividades diarias y menos a las metas y objetivos a largo plazo.

El peligro está en asumir que la realización eficiente de nuestras actividades diarias o metas a corto plazo conduce al éxito a largo plazo. Sin embargo, como lo demostró ha historia de Nobel, existe la posibilidad de estar moviéndonos de manera eficiente en dirección opuesta a nuestro verdadero propósito de vida. Es por esto que desarrollar una visión de nuestro futuro – de nuestro horizonte de tiempo – a largo plazo es vital para el logro de nuestro éxito personal.

Cuando hablo de nuestra «visión del futuro», me refiero a nuestra capacidad para ver más allá de nuestras circunstancias presentes y visualizarnos no necesariamente como somos, sino como podemos llegar a ser. Esta visión del futuro es un elemento indispensable para nuestro desarrollo personal, es la brújula que marca nuestro norte y nos indica qué hacer y qué no.

Cuando nuestra visión es limitada – por ejemplo, un horizonte de tiempo de sólo un par de semanas – , basamos nuestras elecciones en lo inmediato y apremiante. Olvidamos lo más distante, que suele ser lo importante.

De hecho, en un estudio realizado hace varios años, el escrito Edward Banfield se dio a la tarea de identificar un criterio específico que pudiera ser utilizado para predecir o vaticinar qué personas tenían una mejor opción de progresar financieramente y lograr una mejor calidad de vida de una generación a la siguiente. Banfield examinó aspectos como profesión, raza, sexo, edad, nivel de educación, nacionalidad y muchos otros factores, en busca de aquel parámetro que le permitiera pronosticar qué personas tenían una mejor opción de triunfar.

Él encontró que inclusive aspectos tan significativos como el nivel educativo o la profesión de la persona no eran suficientes para predecir con seguridad las posibilidades de éxito del individuo, ya que personas con mucha formación escolar no lograban salir adelante mientras que otras con poca escuela lograban grandes éxitos. Tampoco era cuestión del medio o la ubicación, porque si así fuera toda la gente de ciertas ciudades sería rica, mientras que aquellos de otros pueblos serían todos pobres. Sin embargo, en todas partes vemos gente rica y gente pobre viviendo en las mismas ciudades, no muy lejos la una de la otra, compartiendo el mismo ambiente, e inclusive hasta con las mismas profesiones.

Al final, Banfield concluyó que el único indicador confiable para predecir el progreso de un individuo es lo que él llamo el «horizonte del tiempo» –  qué tan lejos veían las personas en su horizonte de tiempo, y con qué tanta antelación planeaban su futuro -. Para probar esto ofreció algunas pruebas sobre cómo personas de diferentes niveles socioeconómicos tenian diferentes perspectivas del tiempo.

Banfield descubrió, por ejemplo, que entre la aristocracia británica es costumbre que cuando un bebé nace inmediatamente se le registra en la Universidad de Oxford – la mejor universidad del país – , a donde se aspira que asista. Él señalaba que en los niveles más altos de la escala socioeconómica las personas tienden a poseer una visión de su futuro a muy largo plazo – en ocasiones planeando con una generación de antelación.

Las familias de clase alta de muchas de nuestras sociedades, por ejemplo, planean para su retiro con viente o más años de anticipación, ahorrando e invirtiendo para cuando ya no cuenten con más ingresos. Muchos envian a sus hijos a escuelas primarias que les brinden una mejor opción de ser admitidos en una buena universidad. Su horizonte de tiempo sigue siendo suficientemente largo.

Si continuaron descendiendo en la escala social vemos que muchas personas consideradas de «clase media» ya no planean a diez o quince años, sino que su visión del futuro es mucho más corta. Poseen metas y objetivos que no pasan de un par de meses, sólo unas pocas poseen metas anuales, pero la gran mayoría vive de mes en mes.

Si bajamos aun más, nos damos cuenta que las personas más pobres ya ni siquiera poseen una perspectiva de meses, sino que viven de semana en semana y, para otras aún menos priviligeadas, su horizonte de tiempo no pasa de buscar el sustento del día.

Banfield anotaba como, inclusive en el fondo de al escala social, la persona drogadicta o alcohólica no ve más allá de la próxima inyectada o el próximo trago. En otras palabras, la visión que tiene de su futuro no va más allá de unos minutos.

De esta manera, Banfield logró demostrar que existía un paralelo entre nuestra perspectiva de tiempo y nuestro nivel de éxito. Entre más bajamos en la escala social, más corto tiende a ser nuestro horizonte de tiempo y menos nuestras opciones de éxito. El concluía que para triunfar era vital desarrollar una visión de nuestro futuro a largo plazo.

Para los triunfadores su éxito siempre ha sido resultado de un largo proceso de gestación, mientras que para los perdedores su fracaso siempre parece tomarlos por sorpresa. Esto demuestra la enorme diferencia que existe en el horizonte de tiempo tanto del uno como del otro.